Sabemos que una de las cuestiones que más tensiones genera es, sin lugar a dudas, el cambio de armario. Da igual que vivas solo o que seáis varios en casa, la situación puede llegar a ser caótica. Todas las temporadas caemos en los mismos errores y aunque nos prometemos no volver a repetirlos, en el próximo cambio, nos vuelve a pasar lo mismo. Por este motivo, consideramos importante que seas capaz de implementar algunas estrategias que te permitirán controlar mucho mejor este proceso y evitar que te estreses.
Si eres de las personas que tienen alergias sabes que, a pesar de que hayas guardado todas tus pertenencias limpias, el polvo se habrá acumulado y no podrás utilizarlas hasta que no se lo quites. Esto dificulta aún más el proceso, dado que tendrás que sacar la ropa, lavarla y guardarla. De modo que se te acumularán prendas de ambas temporadas. Lo ideal es que prepares primero lo que quieres guardar y cuando saques las primeras prendas, puedes aprovechar el espacio disponible para almacenarlas.
Siempre se debe tener un criterio definido de qué debes guardar y qué conservar hasta que cambie realmente el tiempo. En el caso que nos ocupa, que es la transición de invierno a primavera, sabes perfectamente que los jerséis de lana no los vas a volver a utilizar. Estos te roban mucho espacio así que, lo mejor es que desaparezcan cuanto antes. Algo parecido ocurre con los abrigos, chaquetas, pantalones y faldas. Todo lo que sea más grueso, puedes optar por guardarlo.
A la inversa también tenemos que usar un criterio. ¿Realmente piensas utilizar en el día a día la camiseta de tirantes que has rescatado del fondo de tu baúl? Probablemente la respuesta sea no. Esta es una de las prendas que utilizarás cuando la temperatura sea mucho más elevada y necesites ir cómoda con textiles más frescos. Por tanto, es bueno tenerlas localizadas, pero puedes esperar un mes antes de colocarlas en tu armario. Opta por sacar las camisas de manga corta, los vaqueros más finos y prendas de mangas largas pero más vaporosas.