Uno de los fenómenos que la crisis que estalló en el 2007 trajo consigo fue la migración pero al revés de cómo la conocíamos hasta el momento: de la ciudad al campo. La falta de empleo, el coste del nivel de vida en las ciudades y sobretodo, el precio de la vivienda son factores que han impulsado un fenómeno migratorio insólito en España.
Según el último censo de población elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE), los municipios con menos de 100 habitantes ha aumentado un 12,9% en los últimos10 años, cuando se realizó el último censo de población a nivel nacional. Del mismo modo, la población de las localidades que tienen entre 2.000 y 5.000 habitantes, ha aumentado un 0,2% y la de los municipios entre 5.000 y 10.000 habitantes, que siguen siendo pequeños, ha aumentado un 10,9%.
¿Casualidad? Las cifras no indican que sea un fenómeno en masa pero sí reflejan una tendencia interesante de observar, en relación al contexto económico y social del país.
La falta de empleo, el coste del nivel de vida en las grandes ciudades, el precio de la vivienda y el estrés, junto al creciente interés por todo lo natural y tener hábitos saludables, pueden ser los factores que hayan impulsado a todas esas personas a buscar un estilo de vida alejado de la ciudad, más relajado, económico y sostenible. O al menos esto es lo que se deduce de este fenómeno, que a pesar de no ser masivo, no ha pasado desapercibido.
Motivos económicos
Seguramente hay muchas personas a las que la cuestión ambientalista o de vivir con un menor estrés les ha bastado para decidir irse a vivir a un pueblo. Sin embargo, la economía se presenta como el primer motivo. No es lo mismo alquilar una casa en un pueblo rural de 200 habitantes, que alquilar un piso en Barcelona centro. Es lógica de mercado, la oferta y la demanda son las que marcan el precio de la vivienda, que por otro lado es la parte del presupuesto doméstico que más peso tiene para las personas que viven de alquiler o pagan una hipoteca.
Pero el ahorro también pasa porque en los pueblos normalmente se pagan menos impuestos municipales, disminuyen o se eliminan los gastos de comunidad y cuesta menos hacer la compra, ya que muchos son productos de cercanía y más naturales.
De este modo, son miles las pequeñas historias individuales de personas que decidieron irse a vivir al pueblo. Algunos recuperando la casa de sus abuelos, otros alquilando una para emprender un negocio local, aprovechando que no hay competencia, y sobretodo, beneficiándose de la oportunidad que ofrece el teletrabajo.
¿Te gustaría irte a vivir a una casa de pueblo?
Foto: BIT Comunicació