Por mucho que nos jure y perjure que no existen grandes diferencias entre el hombre y la mujer que se dedican a la mediación inmobiliaria, no acabamos de creerlo. Y es que Rocío González, presidenta de Inmosister, primera asociación de agentes inmobiliarios exclusivamente femenina, no habla de volumen de transacciones, de facturación, de carteras, clientes, ni de oportunidades de negocio, sino de amistad, ilusión por mejorar, por aprender, por compartir. Siendo realistas (y sin ánimo de ofender al sexo opuesto), sólo a una mujer se le podría ocurrir acuñar el término “competencia colaborativa”.
Mexicana de origen, Rocío llegó a España en el año 2000 como directora comercial para Latinoamérica de una empresa de México. Por aquel entonces, se vislumbraba ya el boom inmobiliario y Rocío creyó que podría destacar en ese ámbito. “Además, mi hermana es agente inmobiliario desde hace más de 20 años en Canadá”, explica Rocío.
Después de una larga temporada trabajando para la franquicia RE/MAX “desde dentro”, hace tres años decidió montar su propia agencia, donde está especializada en vivienda residencial. “Echaba de menos el contacto con el cliente final”, asegura.
A pesar de los éxitos cosechados como agente (lo corroboran los múltiples galardones recibidos por su gestión), confiesa que no se siente especialmente satisfecha. “Mi nivel de autoexigencia es alto. El buen comercial es una persona peleona”, afirma entre risas.
Quizás de ahí le viene esa necesidad por formarse y aprender, que la llevó a coincidir con María José Garrido, Rosa Moratalla y Mari Carmen López, agentes inmobiliarias fundadoras de la asociación Inmosisters. ¿Cómo surgió la idea?
Un día quedaron para cenar, se divirtieron como nunca y decidieron repetir reuniones. “Cada vez que nos reuníamos, íbamos aprendiendo”, explica Rocío. Por ejemplo, un día tomando café, Rosa explicó que había llevado a un cliente a visitar un piso que estaba realmente destrozado. Lógicamente, el cliente no debió llevarse una gran impresión, así que se le ocurrió darle algunas ideas para reformar la vivienda sugeridas por un diseñador. Y el cliente se quedó encantado.
Ni corta ni perezosa, tan sólo unos días después Rocío decidió aplicar la misma estrategia. Funcionó, vaya si funcionó. Su clienta se quedó encantada y ella cerró la operación. “¡El problema es que un mes después me llamó la clienta para pedirme el nombre del diseñador!”, asegura entre carcajadas.
Pero más allá de la anécdota, “que las hay a miles”, dice, hablaban de todo. “Compartíamos todas esas inquietudes que veíamos en los foros, las tratábamos, y cada vez con más agentes que venían a las reuniones”. Resultado: Inmosister.
Tenían dos grandes objetivos: dignificar el trabajo del agente inmobiliario (de las 4 fundadoras, dos son agentes) y apoyar a mujeres desfavorecidas, ya sea dentro o fuera del sector.
“Queremos empezar a marcar una diferencia, porque además de agentes somos personas”. Saben que existe mucho trabajo por desarrollar para las mujeres agentes y para la profesión en general. Pero van a hacerlo a su manera. De ahí la peculiar “competencia colaborativa” de la que hablábamos antes. “Nos vamos a comer el mundo, pero apoyándonos”, afirma convencida.
Y es que se respira que Inmosister tiene un cariz diferente al de la mayoría de asociaciones del sector inmobiliario, a pesar de que Rocío asegura que la asociación no se ha planteado en clave “feminista o de separación, sino de necesidades”.
“La parte fuerte de las Inmosister”, asevera convencida,”es que destacamos el lado humano. Los lazos de unión van más allá de lo profesional. Nos mueven el afán de crecimiento e integración. Nos genera muchísima pasión, pero sin ningún interés en particular. Somos gente entregada, pero no tenemos afán de protagonismo”.
Aún así, consiguieron reunir en su primer congreso, el 13 y 14 de septiembre, a un centenar de agentes inmobiliarias. La familia Inmosister crece y es que las mujeres tienen mucho que decir en el sector inmobiliario. Y tú, ¿qué tienes que decir?